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Hoy desde París, mañana desde cualquier lugar del mundo

Mi amiga Daniela y yo estamos separadas por casi 4,000 kilómetros de distancia.

“Dani, vi lo de los incidentes en París. Espero que tu hermano, su novia y todos sus amigos estén bien”, le escribí por WhatsApp. En menos de 10 segundos recibí su respuesta: “Los tórtolos ya se reportaron y están bien. Gracias por estar pendiente”. Luego, me tomó más tiempo a mí hacer la lista de otros amigos y conocidos que viven en la capital francesa que a mi celular, a través de Facebook, informarme que todos ellos se habían reportado ‘a salvo’. Desde ese mismo aparato, mientras me desplazaba en bus, consulté las noticias más recientes y un mapa que me mostraba que uno de los restaurantes donde se presentaron los tiroteos queda a poca distancia del apartamento en que viví por 6 meses hace ya varios años.

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Carta abierta a Viviane Morales

Usted no me conoce. Me ha visto, pero estoy segura que no se acuerda de mi. Yo en cambio sí la recuerdo mucho. Por motivos que no hace falta mencionar, en el 2011 fui una testigo silenciosa y casi invisible de una reunión que se organizó en su honor, para celebrar su nombramiento como Fiscal General de la Nación. Yo la recuerdo mucho porque a mis 20 años, apenas iniciando mis estudios universitarios y mientras me hacía cada vez más consciente de las injusticias que se cometían contra mí por el simple hecho de haber nacido mujer, tenía toda la importancia del mundo tener en frente a la primera mujer que sería Fiscal General de Colombia. Ese día usted estaba rodeada de hombres, hombres de esos que se ríen con voz falsamente ronca y que se dan sin cesar palmadas en la espalda. Y sin embargo, en mi mente usted valía 20 de ellos. Estoy segura que ya estaba acostumbrada a la situación. Si en el segundo decenio del siglo XXI a usted la acababan de nombrar la primera mujer en uno de los cargos más importantes del país no es porque en el mundo político (ni en ningún mundo en realidad) haya precisamente igualdad de género. De algún modo, ese día para mi usted era la cara de todas las mujeres del país que aspiramos a vivir en un lugar en que a las mujeres nos tomen con la seriedad que, como seres humanos capaces y dignos, merecemos.

Imagínese mi decepción cuando hoy la veo en todos los medios como la cara de un movimiento que busca aplastar la posibilidad de conformar una familia a una minoría que, como las mujeres, ha padecido la discriminación, los estereotipos, el menosprecio  y la humillación que caracteriza a la sociedad machista en la que tuvimos a la vez la suerte y la desgracia de haber nacido.

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En Bogotá, ¿estamos vendiendo el sofá?

A una señora el marido le pone los cachos en el sofá de la casa. Para solucionar su problema ella vende el sofá.

Mi mamá me ha contado muchas veces esta historia, que a ella le contaron en una escuela de padres en mi colegio que, si mal no recuerdo, se trataba de lidiar con hijos adolescentes. Desde que me la contó, siempre que tengo un problema y le busco una solución me pregunto si con esa solución estoy arreglando el verdadero problema o si estoy vendiendo el sofá. 

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Prohibiciones para los cuerpos jóvenes, traumas de las mentes adultas

Cuando leí el primer titular que decía que el Procurador quiere prohibir las muestras “excesivas” de afecto en los colegios lo primero que se me vino a la cabeza fue un recuerdo de mi adolescencia. Yo estaba con mi novio de ese entonces, teníamos como 18 años. Estábamos haciendo fila para comprar helado y cuando él me dijo que me invitaba me empiné, lo abracé y le dí un beso en la boca. Una señora, que en ese momento me pareció que tenía como 70 años pero que, teniendo en cuenta que a esa edad a uno los de 30 le parecen viejos, a lo mejor tenía unos 55, nos dijo “Eso está prohibido. Acá hay niños”.

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Cosas que me enseñó mi mamá sobre maternidad que no aparecen en los libros para madres primerizas

A propósito del día de la madre quiero agradecerle a mi mamá las lecciones (y verdades) que me ha dado sobre la maternidad. Y no, por favor, no se imaginen que mi mamá me ha enseñado a cambiar pañales, a cargar chinos sin desnucarlos o a afinar el sexto sentido que le permite a las mamás despertarse unas cuantas milésimas de segundo antes del primer berrido del bebé. Al contrario, con toda la honestidad del mundo mi mamá nos ha dicho, a mi hermano y a mi, que no hay peor época para una mamá que las vacaciones. Que los cursos de vacaciones cuando uno es chiquito no son para cultivar ningún talento ni aprender ningún deporte sino para salvar a las madres de la locura.

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Felicitaciones Uribistas y Antiuribistas uniandinos

A mi que me expliquen la tara de los colombianos y de nuestros medios de comunicación con los abucheos. Que abuchearon a Santos aquí y allá, que chiflaron a Uribe en la Universidad de los Andes. En este país (supuestamente democrático) es noticia de primera página que algunos ciudadanos no están conformes con la gestión de los políticos y lo hacen saber a través de la herramienta civilizada y humana por excelencia: su capacidad de manifestarse a través del lenguaje. 

Y de paso que me expliquen el miedo de algunos estudiantes uniandinos de que en nuestra Universidad haya gritos, chiflidos y protesta.

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El legítimo derecho a la tristeza y a la desubicación

Yo, abogada de las causa perdidas, vengo hoy a interceder por el legítimo e inalienable derecho al desubique. Sí, ese que se siente cuando uno no sabe cómo lidiar con su vida, con el futuro que nos prometieron en la infancia y que de repente se volvió el presente. Consentida, mediocre y malcriada dirán algunos. Otros se permitirán leer lo que sigue. Al terminar, otros tantos pensarán eso mismo.

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Sintura Con EseComment
De Señoras Universo y Señoritas Tanguita

Hoy, día en que Colombia celebra el triunfo de nuestra Señorita Colombia, elegida anoche como Miss Universo, me meto en la polémica del momento sobre la necesidad de darle o no mucha importancia a un reinado de belleza. Comienzo por señalar lo obvio. Lo que se elige en un reinado, sea el de la panela, la chirimoya, el borojó o el del universo, es a una “Señorita”. Es decir, una mujer que se ve pero, sobre todo, que se comporta bajo unos parámetros muy determinados de la tradición, las buenas costumbres y lo que se conoce como las buenas maneras. Una virgen (o por lo menos una mujer que lo parece. No por nada está prohibido participar en estos concursos si, por ejemplo, uno ha posado en ropa interior) con todo el potencial para convertirse en una esposa (señora) ejemplar, linda, elegante, bien vestida, sonriente, servicial. Y si no me creen, miren por las que tuvo que pasar Paulina antes de ser elegida. Concursos de cocina (porque, en nuestros días, ¿qué señorita puede aspirar a señora sin saber cocinar? Pero tranquilos que ella tenía a una negrita colombiana de asistente en esos momentos y pudo asegurarse el tercer lugar), premios al glamour y a la etiqueta, sesiones interminables de preparación para preguntas ridículas y sin tener la posibilidad de contestar: “Buenas noches para todos. Bueno, pues esta es una pregunta sin sentido, no hay absolutamente nada que los hombres sepan exclusivamente o por el simple hecho de ser hombres.” Porque a una peladita desobediente que conteste eso no le dan ni una corona de espinas. No así una que no conteste lo que se le pregunta, por supuesto.

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La breve y maravillosa vida de Oscar Wao que, tal vez, no es ni tan breve ni tan maravillosa

The Brief Wondrous Life of Oscar Wao, la primera novela de Junot Díaz, cuenta la vida de Oscar de León, un joven de raíces dominicanas que vive en New Jersey pero que no es ni plenamente dominicano, ni plenamente norteamericano. Un joven ‘geek’, obsesionado con el animé y con Dr. Who que sueña con convertirse en un J.R Tolkien dominicano, a pesar de que jamás publica una sola línea. Un adolescente atormentado por el prejuicio del super macho dominicano al que, con su tremenda obesidad y su particular personalidad, no logra nunca ajustarse. En fin, un hombre cuya identidad se encuentra desgarrada entre el caribe y el norte, entre la ciencia ficción y el incontrolable deseo de perder la virginidad, entre el suicidio y la muerte violenta, porque a pesar de que evidentemente es él quien decide morir, no muere por su propia mano. Un hombre tan ambiguo que, a pesar de tantas contradicciones, ‘es siempre Oscar’.

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