Varias veces he leído, en revistas de esas que ponen en las peluquerías y en uno que otro consultorio médico, que cuando uno hace una dieta lo aconsejable es poner en un lugar visible una foto de una persona cuyo cuerpo uno desee. O al menos admire. Supuestamente eso ayuda a aquello de la motivación para cerrar el pico y seguirse levantando como demente desadaptado a las 5 de la mañana para ir al gimnasio. Hoy me acordé de eso porque encontré una foto que me motivó. No a hacer dieta. Sino lo contrario. A dejar de pensar en bobadas. Una dieta de la mente.
La de la foto soy yo. Tengo poco más de un año y con el tamaño gigante que me ha caracterizado toda la vida no debía levantarme a más de unos 40 centímetros del suelo. Yo no me acuerdo de ese momento pero me imagino que ese triciclo lo pedaleaba como si no hubiera un mañana. Es que en la foto se nota, pedaleaba con toda la fuerza de la que era capaz, con toda la concentración para no caerme, pero sin miedo. Yo creo, incluso, que sin mirar al frente porque no importaba llegar a un punto, lo que importaba era avanzar, avanzar, avanzar.
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