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Vicky Dávila y las 50 cosas impropias de un periodista

Cae muy mal la gente que dice “se lo dije”, así que no lo diré. Pero por ponerlo de algún modo, ya habíamos hablado de los peligros e infamias de un periodismo poco riguroso y de ética laxa y esta semana fue como si Vicky Dávila se lanzara a gritar en los micrófonos de la FM “me ofrezco como tributo!”...para comprobar las consecuencias de ese periodismo irresponsable y carente de rigor.

Una de mis profesoras de periodismo (ella sí una periodista digna de ese título) me enseñó que el buen periodismo “cuenta el contexto”. Es decir, un periodista tiene el deber no solo de sacar a la luz pública los hechos que sean de interés general sino que tiene la responsabilidad de, haciendo uso de su experiencia, experticia y saber, interpretar esos hechos, ponerlos en contexto y con ello demostrar porqué una noticia determinada debe ser discutida por la opinión pública y cuál es su relevancia en el ejercicio democrático. Por eso, el afán por publicar ‘la chiva’ que derrumba al poderoso, afán que por su naturaleza apresurada carece de toda reflexión y análisis, suele ser un error de periodista primíparo. Pero Vicky Dávila está muy lejos de ser una aprendiz de periodista, por lo que no queda más remedio que admitir, con enorme dolor de patria, que una de las periodistas con mayor influencia en el país actúa con saña y con mala fe.

La Fm asegura en su publicación del video (cuyo contenido, desafortunadamente, ya conoce todo el país), que “La F.m publicó en su momento el video por cuanto la Procuraduría lo ha tomado como prueba y lo ha enviado a la Fiscalía para que se investiguen los posibles nexos entre la Comunidad del anillo con congresistas”. Se trata de un argumento mediocre, por decir lo menos, y falaz, por constatar lo evidente. Diariamente las instituciones judiciales o de control disciplinario incluyen en sus investigaciones todo tipo de documentos como evidencias. No por eso los medios de comunicación pueden tomar esos documentos y publicarlos sin ton ni son para aprovecharlos en el periodismo amarillista y morboso al que nos tienen acostumbrados. Precisamente porque un documento que figura como evidencia en una investigación, primero, corresponde a un contexto determinado y, segundo, requiere de una interpretación en este contexto. Por supuesto que una investigación sobre presuntas irregularidades ocurridas en la Policía Nacional le compete a la opinión pública y es no sólo lícito sino necesario que los medios de comunicación hagan un seguimiento riguroso de unos hechos tales. Pero una cosa es eso y otra muy diferente es lanzarse a publicar una grabación para obligar a una persona a salir públicamente del clóset (cosa que en inglés se conoce como “outing” y que es una de las intromisiones más horrendas en la intimidad de una persona).

Públicamente y !de qué manera! Los periodistas gozan de una plataforma privilegiada para dar a conocer su visión del mundo. Plataforma de la que, incluso en plena era del internet, no gozamos los ciudadanos de a pie. Por eso la ética profesional es un elemento tan álgido en el ejercicio periodístico, porque esa plataforma le da a los periodistas un poder enorme sobre los destinos de las personas que protagonizan las historias que ellos publican. Por supuesto, los periodistas están para controlar al poder y denunciar sus abusos. Pueden derrocar a los poderosos y tienen una responsabilidad de hacer lo posible por lograrlo cuando existen los elementos necesarios para determinar que un poderoso no está haciendo un uso adecuado de sus privilegios y prerrogativas.

Dicen los que la defienden que divulgar la doble vida de un líder de la República hace parte de su oficio, puesto que los ciudadanos debemos conocer las calidades morales de nuestros dirigentes para poder tomar decisiones informadas a la hora de elegir. Este es un dilema ético y moral que tiene mucha historia y mucho contenido y, por supuesto, muchos matices. Para comenzar, hay que preguntarse si lo que le interesa a la ciudadanía es la moral personal de un individuo (con quién se acuesta y cuándo, si le pone los cachos a la esposa, si metía drogas cuando estaba en la universidad) o el criterio moral con el que ejerce el cargo para el que ha sido elegido (si es corrupto, si discrimina, si roba, si abusa de sus subalternos). Y, por supuesto, la línea entre lo uno y lo otro es muy delgada. Por eso, tener la capacidad de discernir entre el puro morbo o el verdadero interés periodístico de una información hace parte de esa fundamental ética periodística. 

Pero !ya está claro! de ética periodística Dávila no tiene ni un ápice. Porque en este caso ni ella ni ninguno de sus compañeros en la Fm ha proveído el análisis y el contexto necesarios para que la destrucción de la vida profesional y personal de un ser humano se justifique frente a la necesidad de informar a la ciudadanía. Mejor dicho, si desde algún punto de vista Dávila o la Fm hubieran explicado y analizado el contexto frente al cual esta grabación íntima efectivamente comprueba el nexo del ex-Senador y ex-Viceministro con la ridículamente denominada “Comunidad del anillo”, entonces ahí sí las andanzas del senador, sus idas a motelear, sus preferencias en la cama y su inclinación sexual, constituirían una materia de interés de la ciudadanía.

Pero, no. A Dávila ni siquiera se le ocurrió darse cuenta, por ejemplo, que si acaso una relación sexual entre un miembro del Senado y un miembro de la Policía pudiera constituir una falta disciplinaria o un conflicto de intereses (que podría ser lo único comprobable con la grabación así solita), esa falta disciplinaria, por haber pasado más de 5 años, ya prescribió y ni siquiera puede ser objeto de investigación por parte de la Procuraduría. Como no ve más allá de su propia nariz, no le interesó comunicarle a su audiencia cómo o porqué esta grabación constituye la “prueba reina” de la existencia de la tal comunidad, cuando lo único que oímos en ella los ciudadanos es a dos hombres discutir sus preferencias eróticas y, aparentemente, pactar un encuentro sexual. Nos subestimó tanto como oyentes de su programa que no se imaginó que cualquiera con dos dedos de frente se da cuenta que ese video se obtuvo hace 8 años cuando aún no se conocían ni las primeras sospechas sobre la supuesta red de proxenetismo en la Policía; y que, a falta de contexto y análisis, al público no nos queda más opción que concluir que esa grabación se está asociando, perversamente y con el único objetivo de figurar y conseguir rating, con un caso cuya denuncia se conoció hace menos de un año y cuya investigación aún no ha arrojado ninguna conclusión determinante.  

A ella le filtraron la grabación (alguno de sus amigos poderosos a los que no controla sino que promueve desde su posición de privilegio) y se sintió como los 50 ladrones entrando a la cueva del tesoro. Y en su codicia, como los ladrones, terminó quemada.