Te lo agradecemos, María Luisa, pero no
Una de las noticias más leídas en el portal de El Tiempo la semana pasada anunciaba la renuncia del presidente de Bancolombia, Carlos Raúl Yepes. Muchos no sabíamos quién era él exactamente, aunque tenemos clarísima la importancia de su cargo en el sector privado en nuestro país. Y de repente, con la publicación de esa noticia todo el país pudo enterarse un poco de cómo funcionan las cosas para la persona encargada de manejar el banco privado más grande de Colombia y uno de los más grandes del continente. El eje principal de la nota: una carta escrita por su hija mayor en la que le pide moderar su ritmo de vida para cuidar su salud fue la que ocasionó la inesperada renuncia.
El fin de semana el portal web de la Revista Semana publicó el texto exacto de la famosa carta con el titular “Una carta que pondrá a pensar al país”. Antes que nada, muchas gracias, María Luisa, por compartir con el país una situación tan personal, por usar tu privilegio para intentar hacer reflexionar a algunos sobre una situación que seguramente no solo padece la familia de uno de los ejecutivos más importantes del país. Sin embargo, no puedo evitar decir que no creo que esta carta ponga a pensar a los que tiene que poner a pensar.
Vivimos en una sociedad en la que la figura del hombre como proveedor, cabeza de la familia y principal figura de liderazgo y poder económico tanto en el hogar como en el país se perpetúa como modelo de hombría. Muchos niños crecen en este entorno en el que ser un hombre de negocios con muchas responsabilidades, muchas personas a quienes mandar y un gran cheque al final del mes son la única medida de su realización como varones. En muchas familias todavía se habla de las carreras que son demasiado femeninas para los hombres (aquellas en que las posibilidades de llegar a esa posición de poder no son tan claras) y muchos padres todavía se niegan a pagarle a sus hijos la carrera de su preferencia porque usted va a ser ingeniero (o administrador o abogado o médico) como su papá, porque cualquier otra opción lo convertiría en un mariquita.
A todo eso sumémosle un entorno, unos medios de comunicación y una educación (tanto en la casa como en el colegio) que le inculcan a los hombres de una y mil maneras que los hombres no pueden mostrarse débiles. ¿Cuántos de los hombres más importantes del mundo no habrán crecido convencidos por sus mayores de que los niños no lloran y que llorar es de niñas?
No nos sorprenda entonces que su medida de disciplina, aporte a la sociedad, éxito personal y éxito profesional esté, en sus mentes, directamente relacionada con no equivocarse nunca, no fallar, no sentirse tristes y no descansar. En pocas palabras, no admitir que son seres humanos con sentimientos. Porque todo lo relacionado con sentimientos es de nenas. Ni tener en cuenta que cargan con cuerpos que tienen límites, porque un macho de verdad no se queja y nada le duele y puede aguantarse tres visitas a la clínica y seguir trabajando todavía más que antes.
Y, por supuesto, el éxito del hombre no puede reconciliarse con su participación en el hogar y en la crianza de los hijos, porque desde que los tenga viviendo como príncipes, ¿qué importa si nunca está ahí para darles el desayuno? ¿Qué tan grave puede ser que no tenga ni idea de qué les gusta, quiénes son sus amigos, qué hacen en su tiempo libre o cómo se sienten? ¿Podemos reprocharle que la frase más repetida en su casa sea “mami, dónde está mi papá”?
Para rematar, esos superhombres que se creen infalibles, en medio de su súper hombría e infalibilidad, jamás van a aceptar que la situación de Carlos Raúl Yepes es la misma que ellos y sus familias atraviesan. Esa sociedad machista y patriarcal que los precede segurito los tiene convencidos de que eso le pasa a los otros pero no a mi. ¿A que sí? A que más de uno de los que está leyendo esto y miles de los que leyeron la carta de María Luisa están convencidos de que esto no les aplica, porque ellos son diferentes, ellos son más hombres y más infalibles que el resto de hombres.
Mientras tanto, las esposas, hijas e hijos de estos super machotes se habrán sentido plenamente identificadas. Incluso puede que, esperanzadas, le hayan enviado el link de la noticia o de la carta a sus esposos y papás (o a los hermanos, primos y novios que van por el mismo camino).Yo creo que eso no les va a servir de nada. Para mí, se equivoca la revista Semana si piensa que esa carta va a poner a pensar al país. Para desgracia de todos, esa carta no va a poner a pensar a nadie que no supiera ya lo que se siente ser María Luisa.