Amigas,
Me sonó el celular dos veces casi simultáneamente. Dos sonidos sucesivos del ringtone que le corresponde a cada una en mi celular, el que puse para responderles a ellas cuando no estoy para el mundo en general. Una me escribe que le ayude a buscar un curso de algo, que ya no le emociona su trabajo y se quiere ir, del trabajo y del país. Cambio a la otra conversación y déjà vu: “quiero renunciar e irme a viajar”. Las dos trabajan en el que alguna vez fue un trabajo soñado.
No son las únicas. Unas a punto de graduarnos de nuestra maestría de los sueños, otras con trabajo en envidiables compañías multinacionales, unas ganando mucho más de lo que pensaban que se podía a esta edad, otras ganando mucho menos de lo que se merecen pero haciendo el trabajo que siempre quisieron. Algunas ni lo uno ni lo otro pero con la tranquilidad de haberse graduado de la carrera que amamos, y no de la que nos dijeron que abría más puertas en la vida. Las que están en el país quieren salir corriendo mientras mi primera amiga de la vida quería quedarse en Colombia y la vida se la trajo para USA. Ya hay un par casadas con los amores de su vida. Y todas en crisis. Ninguna sabe lo que quiere ni está donde quiere estar. Las que estudian quieren trabajar, las que trabajan quieren volver a estudiar. Los lunes y martes hablamos de nuestros fracasos en el trabajo y en la universidad.Los viernes y sábados de todas las embarradas que hicimos, de los amores imposibles que tienen unas, de los amores imperfectos de las otras. Los domingos compartimos estrategias para combatir el desasosiego de las tardes domingueras.
Me acuerdo cuando estaba en quinto de primaria y en la clase de “Ética y valores” nos pusieron a dibujar nuestro proyecto de vida. Yo me dibujé con bata, guantes y tapabocas; sería neurocirujana pediátrica. La profesora pensó que los niños del dibujo eran hijos, pero eran mis pacientes. Y también me dibujé viajando por el mundo con un tipo que me adoraría por encima de todas cosas. Las otras protagonistas de esta historia deben estar muertas de la risa mientras leen esto, porque nada de eso pasó. Algunas de ellas también estaban en esa clase, no me acuerdo qué pintaron pero les apuesto que no se cumplió. La vida me regalaría a las otras varios años después y si ellas dibujaron su proyecto de vida a los 11 como yo, seguro que no es la vida que está viviendo ahora, 15 años después.
Pero quise escribirle esto a todas ellas para decirles que creo que he logrado mucho más de lo que hubiera podido desear. Y que ellas también. Y que es culpa de la clase de Ética y de todas las demás clases en que nos enseñaron que el éxito estaba únicamente en los estudios y el trabajo y la familia que no nos hayamos dado cuenta.
Me devolví en el tiempo y volví a dibujar mi proyecto de vida. Me dibujé rodeada de amigas que me ponen en crisis, porque sus vidas me inspiran y nuestras conversaciones me llenan de más sueños y mejores metas. En esas conversaciones ellas creen más en mí que yo en mí misma y yo les digo que son las reinas absolutas del mundo y mis ídolos y lo creo con toda la convicción del mundo. Yo les cuento de mis amores de fin de semana y a ellas no les importa si son muchos o muy poquitos. Me impulsan a hacer lo que ellas saben que mi corazón quiere aunque el resto del universo me haga decir a mí misma que es no es lo que quiero. Me juzgan en mi cara y no a mis espaldas, me dicen lo que piensan de verdad y no les importa que me vaya derechito a hacer lo contrario de lo que me aconsejaron. Después de crecer juntas entre expectativas y complejos nos impulsamos unas a otras a creer que somos las más divinas del mundo y en el fondo es auténticamente lo que creemos la una de la otra. Me propuse ser la confidente de una o de muchas, poder ser un día la persona que le ayude a alguien a cargar con el peso de un secreto guardado por años. Me imaginé confiando en alguien ciegamente, dejándola ver todo lo que soy y lo que no, presenciando mis peores y mis mejores momentos con la certeza de que guardará esas confidencias para siempre.
Y este proyecto de vida sí se cumple cada día y no es cualquier cosita. Porque el mundo no está diseñado para mujeres que se construyen, que se apoyan, que se quieren y se hacen mutuamente felices. Para mujeres que no necesitan nada ni a nadie más que a ellas mismas; que tienen con quién quejarse de las injusticias que viven cada día en el trabajo y en el mundo por ser mujeres y con eso darse cuenta que no es normal que las cosas sean así; que se deshacen de cargas emocionales producto de todas las expectativas para la mujer que el mundo que las rodea les inocula todos los días y por todos los medios. Mujeres que hacen lo que se les da la gana con el apoyo de sus amigas. Mujeres que prosperan y se elevan más alto cuanto más fuerte la crisis.
Creo que tengo todo lo que nunca me enseñaron a soñar.