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Mis peticiones para el Día de la mujer

Ya he sido lo suficientemente pública y vocal (harta, regañona, intensa, llámenlo como quieran, me da igual) sobre mi feminismo. Y cada 8 de marzo desde hace 4 años escribo sobre todo lo que NO es el Día de la Mujer y lo desatinado que es felicitar a las mujeres en esta fecha. Y mi esfuerzo y sacrificio han sido recompensados con amigos que ya no cometen el error de felicitarme y salir con babosadas sobre la belleza, la ternura y el sacrificio que hay que “celebrarle” a las mujeres. Pero entonces ahora lo que hacen es preguntarme que entonces qué hacer con el día de la mujer. Para comenzar, deberían hacer esta tareita solos. Pero como no hay remedio y, además, me pica la lengua para decir esto pues acá les hago una parte de la tarea.

Amigos, compañeros, colegas, familia, bebecitos de todas las latitudes del planeta, he aquí lo que pueden hacer por SinturaConEse (y todas las mujeres como ella) en este día de la mujer:

1.     Comencemos por superar a sus mamás, abuelas y tías.

Estamos de acuerdo en que es una triple chimba que tu abuela haya sido una berraca y haya levantado una familia de no se cuántos hijos sola mientras tu abuelo era un descarado vividor, que tu mamá haya sido una madre magnífica mientras además era la mejor en su profesión, y que ella y tus tías hayan sido tu primer ejemplo de las mil y un formas en que las mujeres tejemos las bases de la sociedad en sororidades que permanecen ocultas a los ojos de un mundo machista. Pero es que esa es la historia del universo desde el principio de los tiempos. Querer, respetar, honrar y admirar a las mujeres que hicieron tu existencia posible no te hace feminista, solo te hace un ser humano decente. No caigas en el error de volver a ponerte a ti mismo en el centro del universo y creerte el gran hombre deconstruido porque eres capaz de reconocer lo que han hecho las mujeres en función tuya. Las mujeres valemos y merecemos todos los derechos, autonomía y protecciones que se nos han negado históricamente por que somos seres humanos iguales a ti, no porque hayamos cumplido las labores de cuidado y trabajo emocional que nos han impuesto y de las que gozan, sin reconocerlas y retribuirlas, todos los hombres como tu.

2.     Lean a las mujeres y dejen de sentirse castrados por las mujeres escritoras.

 Siri Husvedt (que si no saben quién es pueden empezar por ahí) ha mencionado en varias entrevistas que “cuando un hombre quiere que le firme el libro inmediatamente dice que es para su mujer y que él no lee ficción. A un hombre siempre le resulta castrador dar autoridad a una mujer, es una cuestión de autoría”. Las mujeres siempre hemos estado acá y hemos reclamado desde donde hemos podido nuestro espacio en el discurso público. Pero en una sociedad en la que lo femenino es menospreciado, aprendimos que lo que las mujeres tienen por decir es secundario (infantil, superficial, falto de relevancia). Aprendimos que la literatura hecha por mujeres es para mujeres. Pero, baby, pregúntate por qué te parece tan importante lo que tus congéneres tiene por decir mientras lees novelas “para mujeres” a escondidas y luego me pides por Whats App que te explique qué carajos es lo que queremos las mujeres. La respuesta ha estado al alcance de tu mano desde que aprendiste a leer.

Y, de paso, pregúntate por qué te resulta tan incómodo el “tonito” con el que estoy escribiendo yo mientras te han parecido de lo más sensuales todos esos señores transgresores que escriben groserías y  tratan a sus lectores con la condescendencia propia de alguien que sabe de lo que habla y no le da miedo demostrarlo porque, claro, nadie le dijo que para ser un buen hombre y un gran escritor tenía que ser modesto.

3.    Lean a todas las mujeres, pero sobre todo a las que los incomodan.

Digamos que les doy media galleta por empezar a leer escritoras que ya encontraron su lugar en el canon. Pero si se van a meter a esto, metan el brazo completo y dejen la mediocridad. Lean a las mujeres trans que tanto les amenazan esa masculinidad frágil que basan en su genitalidad. Lean a las lesbianas que tanto les hacen sentir la imposibilidad de algún día llegar realmente a complacer a una mujer. Lean a las feministas radicales y experimenten con esa tenebrosa distopía de un mundo sin hombres (uuuuu… y entiendan de una buena vez que es solo un experimento ficticio que los invita a cuestionar lo que han hecho históricamente con su privilegio de machos). Lean a las mujeres afro e indígenas que nos enfrentan a todos al racismo que llevamos dentro y que tenemos que exorcizar ya.

4.    No me escriban a mí, escríbanle a sus amigos (o a su jefe)

Me parece bacanísimo que estén pensando un montón de cosas que antes jamás habían pensado sobre lo mierda que es este mundo divido en un género binario que nos dicta un deber ser masculino y otro femenino y solo sirve para arruinarnos la vida a todos. Pero yo todo eso ya lo sé. Antes de volver escribirme o a llamarme, escríbanle primero a sus amigos. Hagan que ellos también se cuestionen y les explote el cerebro con todo lo que siempre ha estado frente a sus narices pero nunca han visto. Párenles a sus amigos la misoginia la próxima vez que compartan un chiste sexista o la foto de una vieja en ese grupo de WhatsApp de los amigos del colegio. Díganle al alfa de su grupo que deje de ser tan guarro mirándonos descaradamente en la calle y explícale que no es ninguna exageración pedir que nos dejen transitar por la vida en paz. Péguenle un esparadrapo en la boca a su amigo que cree que cualquier expresión de sensibilidad es “de maricas” y háblenle de lo ridículo y frágil que se ve reafirmando una hombría pendeja por medio del menosprecio a las mujeres y a otros hombres. Si lo hago yo (que créanme, lo he intentado por todos los medios) a ese tipo de machitos les resulta muy fácil silenciar mi voz tildándome de histérica y fastidiosa. Si lo hacen ustedes puede que bajen en puntos de cheveridad con ese amigo, pero ganan en puntos de humanidad. Ser aliado no es hablarme a mí de feminismo, es hablarle de feminismo a los que no quieren escuchar a las mujeres, a los que niegan que hay un problema y que ellos son parte del problema.

Otra opción, que es la misma versión de lo anterior, es que hables con tu jefe o compañero de escritorio. Yo ya sé que las oficinas, instituciones académicas y demás organizaciones son el infierno de los micromachismos con macro consecuencias. Y me siento muy orgullosa de que seas un hombre que detecta esas situaciones, las encuentra abominables y me manda mensajito de voz con el reporte semanal sobre el jefe o compañero insufrible. Sí, ese que interrumpe a las colegas en la reunión y nunca las deja terminar una frase. El que le parece que la jefe es una perra histérica porque no lo trata con dulzura cuando le dice lo que tiene que hacer (pero ni se inmuta con el jefe maltratador porque eso si es normal y es una muestra de liderazgo). El que presenta las ideas de las mujeres del equipo como propias. El que las llama por diminutivos mientras a ti te dice Doctor, Ingeniero o Señor Fulanito o simplemente te llama por el nombre que con tanto amor te pusieron tus papás. Pero antes de contarme a mí, ¿por qué no les explicas a él por qué es tan patético que en una oficina en la que nunca se oye la palabra “niños” el apelativo “niñas” sea la constante para las mujeres adultas que trabajan ahí?

Atrévete a poner tu privilegio al servicio de la causa.

 5.    Observa, escucha y calla

Aunque sea por las próximas 24 horas piensa si de verdad necesitas explicarle eso a la mujer que tienes al frente o si tal vez, a lo mejor, de pronto, ella ya lo sabe o ni siquiera le importa y lo único que estás haciendo es sucumbiendo al condicionamiento patriarcal que te somete a sentirte siempre el que sabe más que cualquier mujer. Muérdete la lengua cada vez que sientas las palabras “de hecho” o “pero” o “no has pensado que” o “no todos los hombres” cuando una mujer te hable de cómo percibe las injusticias del mundo. Y pellízcate el brazo cuando sientas ese irresistible impulso por jugar al abogado del diablo cuando las mujeres estamos hablando de violencia sexual, de abuso, de acoso, de derechos sexuales y reproductivos o de micromachismos. Escucha y date cuenta que por mucha deconstrucción que lleves lograda, todavía sigues siendo parte del problema.